Seis días de vida tenía el
Morrosko, cuando tocó visitar por primera vez a un nuevo tipo de doctor: EL
PEDIATRA.
Estos seis días dan para mucho en
casa de unos padres primerizos, por lo que la lista de preguntas a hacerle al
doctor es interminable: que si se mea mucho, que si caga poco, que si tiene
granitos en la cara, que si tiene el trasero colorado…
Yo ya me estaba oliendo que la
matrona, la gine y la pediatra son primas hermanas y que, a la hora de dar un
diagnóstico, la respuesta que íbamos a recibir a todas nuestras dudas sería la
misma de siempre:
ES NORMAL
Dejando de lado el lógico humo
negro que mi mujer empezó a expulsar por las orejas, me tocó fusilar a
preguntas a la doctora para lograr explicaciones un poco más elaboradas y, de
paso, ir bajando los humos de la Amatxito, que es Ucraniana y ya estáis viendo
en la tele últimamente como se las gastan cuando las cosas no funcionan como
deben.
Lejos de todo esto, nuestro
tragoncete había recuperado en esos seis días, el peso que dio al nacer.
Resulta que es una buena señal, porque lo normal suele ser que esto suceda a
las dos semanas del parto. A mí me sorprendió poco, dado que tenemos en brazos
una especie de piraña lactante e insaciable que demanda comer cada hora,
aproximadamente.
De camino a casa, mientras mi
mujer destripaba viva a la Pediatra … varias veces … yo empecé a plantearme si
sería práctico meter una vaca lechera en casa, para lograr satisfacer las
necesidades alimenticias del Morrosko tragón.
Buen día, Padrazos!
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