Ayer nuestro Morrosko fue a una
sesión de masajes, para relajarse un poquito y no sufrir tanto con los cólicos.
Las comparaciones son odiosas,
pero en estas reuniones los padres siempre tendemos a medir nuestro nivel de
esfuerzo y somnolencia con los demás. Básicamente se trata de buscar consuelo
al comprobar si hay alguien que lo está pasando peor que tú. Lo que más me
gusta es ver al clásico machote que te suelta un: Yo estoy de maravilla!!! Mientras,
uno se pregunta cuánto tiempo hace que
no se mira el tipo en cuestión a un espejo, porque entre la barba y las ojeras
parece Barcenas ante el cadalso.
Desde que nació, nuestro peke ha
sido especial. Una de sus peculiaridades es la de hacer una serie de ruidos bastante
llamativos que, como padres primerizos y sin tener mayores referencias, interpretábamos
como normales.
Pero llega el día de la verdad,
en el que puedes ver si lo que has parido es un bebe NORMAL como te dice la
matrona o si en realidad lo que tienes entre manos es un “bicho raro” que el
día en que le salgan los dientes te arrancará un brazo a la menor oportunidad
que tenga.
Así es que empezamos con los
masajes y nuestro Morrosko, como los demás, relajadito y tranquilo. Pasado un
rato, empezó a tener un poco de hambre y comenzó con su retahíla de ruiditos y
gruñidos habituales. Nosotros siempre hemos comparado estos sonidos, con los de
un Gremlin cabreado. Aun puedo sentir sobre mis espaldas las miradas de todo el
grupo descubriendo un caso la mar de particular.
El cachondeo general (sano y
respetuoso) duró un rato y yo, a día de hoy me estoy planteando pasarme por el
dentista con el Morrosko, no sea que en vez de dientes de leche, me traiga
colmillos.
Buen día, Padrazos!
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