viernes, 28 de febrero de 2014

UN GREMLIN EN CASA

Ayer nuestro Morrosko fue a una sesión de masajes, para relajarse un poquito y no sufrir tanto con los cólicos.

Las comparaciones son odiosas, pero en estas reuniones los padres siempre tendemos a medir nuestro nivel de esfuerzo y somnolencia con los demás. Básicamente se trata de buscar consuelo al comprobar si hay alguien que lo está pasando peor que tú. Lo que más me gusta es ver al clásico machote que te suelta un: Yo estoy de maravilla!!! Mientras, uno se pregunta  cuánto tiempo hace que no se mira el tipo en cuestión a un espejo, porque entre la barba y las ojeras parece Barcenas ante el cadalso.

Desde que nació, nuestro peke ha sido especial. Una de sus peculiaridades es la de hacer una serie de ruidos bastante llamativos que, como padres primerizos y sin tener mayores referencias, interpretábamos como normales.

Pero llega el día de la verdad, en el que puedes ver si lo que has parido es un bebe NORMAL como te dice la matrona o si en realidad lo que tienes entre manos es un “bicho raro” que el día en que le salgan los dientes te arrancará un brazo a la menor oportunidad que tenga.

Así es que empezamos con los masajes y nuestro Morrosko, como los demás, relajadito y tranquilo. Pasado un rato, empezó a tener un poco de hambre y comenzó con su retahíla de ruiditos y gruñidos habituales. Nosotros siempre hemos comparado estos sonidos, con los de un Gremlin cabreado. Aun puedo sentir sobre mis espaldas las miradas de todo el grupo descubriendo un caso la mar de particular.

El cachondeo general (sano y respetuoso) duró un rato y yo, a día de hoy me estoy planteando pasarme por el dentista con el Morrosko, no sea que en vez de dientes de leche, me traiga colmillos.


Buen día, Padrazos!

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